Cuando un hackeo se convierte en una crisis personal
Hace unas semanas, tuve una sesión que me dejó pensando en cómo la tecnología, puede volverse en contra justo cuando menos lo esperamos.
Lucas —nombre ficticio para cuidar su privacidad— llegó a terapia después de atravesar una experiencia que lo sacudió profundamente: fue víctima de un hackeo.
El primer impacto: “No puedo creer que me haya pasado a mí”
Todo comenzó con un correo que parecía inofensivo. Como le pasa a muchos, Lucas no le prestó demasiada atención… e hizo clic. En cuestión de minutos, su computadora comenzó a comportarse de manera extraña. Poco después, se dio cuenta de que había perdido el control de sus redes sociales, sus correos, incluso sus cuentas bancarias.
Recuerdo cómo me lo contaba en sesión, con una mezcla de incredulidad y culpa: “¿Cómo me pudo pasar esto a mí?”
Pero el primer golpe de un hackeo no es solo la pérdida de datos o accesos: es la pérdida de confianza. Lucas confiaba en la tecnología para mantener su vida segura. Y de repente, esa confianza se quebró. Ese vacío que queda cuando lo que creías estable y confiable, deja de serlo… es algo que muchos conocemos —más allá de la tecnología.
La espiral de ansiedad: “Siento que perdí el control”
A medida que avanzábamos en la terapia, Lucas describía cómo su ansiedad se había disparado. Revisar el correo, hacer una transacción bancaria, entrar a cualquier red… todo le generaba un nudo en el estómago. Vivía en alerta constante, temiendo que algo más saliera mal.
Y no, no es raro.
La tecnología, que tanto nos facilita la vida, también tiene el poder de desequilibrarla cuando algo falla. Para Lucas, el hackeo no fue solo un problema técnico: se convirtió en una amenaza emocional. No solo perdió el control de sus cuentas, sino la sensación de control sobre su propia vida.
Reconstruyendo la confianza: “No estoy solo en esto”
En terapia trabajamos no solo en medidas prácticas para proteger sus datos, sino en algo más profundo: reconstruir la confianza en sí mismo.
Comprender que no estaba solo en lo que le pasó fue un paso fundamental. El camino de regreso no fue inmediato ni fácil. Pero fue real. Porque volver a confiar —en la tecnología, en uno mismo, en el proceso— requiere tiempo y paciencia.
Y, sobre todo, apoyo.
Pedir ayuda no fue para Lucas un signo de debilidad, sino de fortaleza. Un acto de cuidado propio en medio del caos.
La vida sigue. Más fuerte que antes.
Sí, el hackeo fue un golpe duro. Pero también fue una puerta de entrada a algo inesperado: un proceso de crecimiento personal.
Hoy, Lucas es más consciente de los riesgos tecnológicos. Pero también más resiliente. Como él mismo me dijo en una sesión: “Ya no se trata solo de proteger mis datos. Se trata de proteger mi paz mental.”

En Código Calma creemos justamente en eso: en encontrar equilibrio y bienestar en un mundo cada vez más digital.
Si alguna vez te sentís sobrepasado por lo tecnológico, o vivís una situación parecida, recordá esto: no estás solo.
Y siempre hay caminos para volver a conectar con tu centro.