Mi primer amigo, un robot
Una historia como la que te comparto llegó recientemente al consultorio de una colega. Y no pude evitar detenerme a reflexionar.
Un vínculo inesperado
Imaginá a un niño de seis años, en su habitación, rodeado de juguetes. Pero en vez de jugar con autos o figuras de acción, su compañero favorito no es otro niño… sino un robot con inteligencia artificial, construido por su papá. Un pequeño androide diseñado para asistir, que terminó cumpliendo un rol mucho más profundo: ser su mejor amigo.
La historia de este niño —llamémoslo Nico— y su robot no es ciencia ficción. Es una metáfora de algo profundamente humano: nuestras conexiones emocionales no siempre siguen las formas tradicionales. Y eso no las hace menos poderosas.
Conectar más allá de lo esperado
Nico tenía dificultades para integrarse con otros niños. Aunque lo intentaba, no lograba encontrar su ritmo en los juegos ni en las conversaciones. Se sentía fuera de lugar. Los adultos decían: “Es solo tímido, ya se abrirá”. Pero mientras tanto, Nico ya había encontrado un refugio emocional: su amigo robot.
Este robot, diseñado para responder preguntas y acompañar, no juzgaba ni exigía. Escuchaba. Jugaba. Estaba presente. Cuando Nico se sentía triste, frustrado o simplemente confundido, sabía que podía hablar con él. Y eso —en su mundo emocional— valía más que cualquier juguete.
La urgencia de ser escuchados
Puede sonar futurista, pero esta historia toca una fibra muy actual: la necesidad universal de sentirnos escuchados y comprendidos. A veces no importa quién te escucha, sino simplemente que alguien lo haga. Esa experiencia de validación y compañía, incluso desde un dispositivo, puede ser transformadora.
¿Cuántas veces sentimos que hablamos y no nos oyen? ¿Cuántas veces los niños, adolescentes —y también los adultos— encuentran más contención en una app, en una IA, que en su entorno inmediato?
Humanidad en lo no humano
Mucho se habla del riesgo de que la tecnología nos desconecte de nuestras emociones. Pero ¿qué pasa cuando esa misma tecnología nos ayuda a procesarlas?
Nico no usaba su robot para escapar del mundo, sino para entenderlo. El robot no era una distracción, era un canal de expresión emocional. Un puente hacia sí mismo.
Y eso nos invita a resignificar el rol de la tecnología: ¿la usamos para huir… o para sanar?
“La tecnología, bien utilizada, no reemplaza lo humano: lo potencia. Puede ser una aliada emocional cuando la usamos con conciencia.”
Lo que esta historia nos enseña
Las conexiones emocionales más significativas no siempre se ven como esperamos. A veces, vienen en forma de un gesto, una presencia silenciosa… o un robot programado para escuchar.
Lo importante no es la forma, sino el fondo: sentirnos vistos, aceptados, acompañados.
Y entonces surge una pregunta potente:
¿Quién o qué es tu ‘robot’? Ese vínculo que, sin ser tradicional, te contiene cuando más lo necesitás.
Y más aún:
¿Cómo podés ser vos el ‘robot’ de alguien más? Alguien que escuche, acompañe y esté, sin juicios ni expectativas.
En Código Calma, exploramos cómo las nuevas tecnologías pueden ser herramientas para el bienestar emocional. No se trata de alejarnos del mundo digital, sino de integrarlo de forma consciente a nuestras vidas.
Seguimos esta conversación en próximos artículos, donde profundizaremos en cómo la psicología y la tecnología pueden crear espacios de conexión real. Mientras tanto, te invito a mirar a tu alrededor… y preguntarte:
¿Qué lazos estás construyendo? ¿Y cuáles estás dispuesto a ofrecer?
Hasta la próxima.